El menda que escribe

Vivo en Valladolid, la ciudad donde nunca pasa nada.
"Se que no debería, pero me voy a tomar otra copa."

lunes, 5 de diciembre de 2011

Helsinki

La viva imagen de la incertidumbre caminaba arriba y abajo en el pequeño aeropuerto de Villanubla. No parecía llegar a los treinta y se acompañaba de una minúscula maleta y una mochila con pinta de haber recorrido muchos kilómetros junto a su dueño.
Miraba en todas direcciones, nervioso. Indudablemente esperaba a alguien. Desde las grandes cristaleras se veía, entre una aún tímida niebla, las luces de un avión parpadeando al tomar posición para despegar. La noche empezaba a caer irremediablemente y la sensación de soledad crecía de tal forma que encogería el corazón del más valiente.
El muchacho tragaba saliva con la mirada fija en las agujas del reloj, como queriendo detenerlas con la mirada. En sus pupilas, si uno se fijaba bien, podía verse, una carretera oscura, cuyo final nadie atisbaría nunca.
Cerraba los puños una y otra vez, espantando momentáneamente la tensión que se apoderaba de él. Cuando dejaba ver de nuevo las palmas de las manos, el recuerdo de sus uñas incrustadas en la piel se reflejaba por unos instantes en forma de diminutas cicatrices blanquecinas que desaparecían rápidamente.
Una voz metálica le sacó de su repetitivo ritual. “El vuelo Valladolid-Villanubla, con destino Helsinki-Vantaa cerrará el embarque en veinticinco minutos”.
¿Dónde se había metido?

La  habitación estaba a oscuras y solo podía intuirse una silueta femenina, recortada por la tenue luz de un par de pequeñas velas. Sentada en la cama, con las manos en el regazo, inmóvil y con un enorme dolor de cabeza miraba sin pestañear su maleta, situada en el centro de la estancia. Encima de esta, un billete de avión a Finlandia y toneladas de angustia esperaban una resolución que no podría demorarse mucho mas.
En su mesilla de noche, la oscuridad se rompía por culpa de su despertador, que reflejaba desapasionadamente la hora con esos horrendos números rojos que parpadeaban uniformemente, ajenos al drama que allí se estaba desarrollando.
Respiraba aceleradamente, sopesando por enésima vez cada aspecto de aquella trascendental decisión. Su corazón y su cabeza habían desenvainado y la lucha sería a muerte.
Se incorporó, despacio, y cerró los ojos, intentando calmarse. Intentando ver ese sendero que él parecía ver tan claro y que a ella sin embargo se le resistía.

Largo tiempo habían debatido acerca de aquello. -¿Ida y vuelta? –No, solo ida.- Había dicho él hacía dos días al comprar los billetes junto a ella. Nada les retenía en Valladolid pero aquel salto era al vacío.
¿Estaban decididos a hacerlo? En absoluto. Fruto de ello habían discutido; una vez más; la mas amarga de todas.
La voz del muchacho sonaba desesperada. -No voy a dejar escapar este avión, no puedo permitírmelo. Escúchame.- Decía agarrándola de los hombros. –Escúchame; te estaré esperando, y ójala aparezcas porque si no estás allí, tendré que irme. Si no estás allí tendré que irme sin ti, y no miraré atrás porque no tendría el valor de hacerlo y no verte. ¿entiendes?- No obtuvo respuesta.

En un solitario y frío aeropuerto, él aprieta los dientes y cierra los ojos con fuerza, tratando de contener lo incontenible.
En una oscura habitación ella aprieta los dientes y cierra los ojos con fuerza, tratando de contener lo incontenible.
Un avión despega, perdiéndose en la oscuridad de la noche.

2 comentarios:

  1. mierda........no se atrevieron a probar, a jugarse un presente de mierda por un futuro incierto...juntos....

    el mundo está lleno de cobardes con grandes ideas pero incapaces de seguirlas hasta el final..

    ResponderEliminar
  2. Bueno, seguiré leyendote no lo dudes. Pasate por mi blog, quizá te guste.

    Un saludo.
    N.

    ResponderEliminar

Vistas de página en total