El menda que escribe

Vivo en Valladolid, la ciudad donde nunca pasa nada.
"Se que no debería, pero me voy a tomar otra copa."

domingo, 15 de mayo de 2011

La chica del callejón

Desde la puerta trasera miraba el tráfico. El gilipollas del encargado no estaba y tenía que aprovechar esos momentos para fumarme un piti. La flamante entrada de la pizzería no tenía absolutamente nada que ver con el callejón donde me encontraba y desde el cual, se podían ver pasar los coches por la diagonal del Paseo Zorrilla. Por allí a esas horas empezaban a desfilar niños, apenas adolescentes que exaltados proclamaban su presencia intentando erigirse reyes o reinas de su manada. Niños de papá.
Aparté la mirada del interior del local. Supongo que visto desde fuera la situación no debía ser muy atrayente. El callejón estaba totalmente a oscuras salvo por la luz que salía de la cocina de mi puesto de trabajo. Ver una silueta recortada en forma de chica desaliñada con un cigarro en la comisura de los labios no debía ser muy erótico. No me importaba. Era un momento de evasión al que no me era posible renunciar y en mi mente se repetía insistente el sonido de las olas de cualquier playa, lejos de aquí.

Un ruido sordo me despojó de mis pensamientos. Levanté la cabeza; uno de los repartidores acababa de detener su moto delante de mi. Me sonrió con su cara vulgar llena de granos. Ni siquiera le miré mientras entraba al local. ¿Era aquello lo mejor que podría llegar a conseguir? ¿A esto se resumía todo? Estaba cansada de todo, lo cual era preocupante teniendo en cuenta que no había cumplido los 25. Bajé de nuevo la cabeza para encontrarme mirando mi propio calzado, no era necesario continuar. Me sabía el cuento de memoria: Unos playeros gastadísimos, un pantalón rojo increiblemente feo, cortesía de la empresa, un polo blanco corporativo de esos que tienen gomas en las mangas y el pelo recogido en una coleta que coronaba con una estúpida gorrita a juego con el pantalón. Me terminé el cigarro y lo tiré a la oscuridad del callejón antes de alzar la vista y mirar al cielo. Misión fallida; desde aquí no se divisaría una sola estrella ni la noche mas despejada que pudiese soñar. Aquel ciello urbano, delimitado a ambos lados por los tejados de los edificios que dibujaban los flancos del callejón, no dejaba muchas opciones.
Suspiré mirando de nuevo las luces de los coches, que raudos pasaban ante mis ojos y entre ellos y yo, ocupando la ancha acera, gente charlando, parejas, abuelos a los que se les iba la vida en cada paso... todos pasaban ante mi, sin saber que eran observados durante décimas de segundo. Durante ese pequeño lapso en el que cruzaban el trozo de calle que veía desde el callejón.

Tres gatos derribaron unos cubos de basura en la oscuridad del callejón, seguramente buscando restos de comida del día anterior. Un par de maullidos indicaron que no se consideraban amigos entre ellos y finalmente les ví encaramarse a los tejados para posteriormente desaparecer de mi vista.
Aplasté la colilla de cigarro que aún conservaba el destello anaranjado anunciando sus últimos estertores y me giré sobre mis talones no sin evitar cegarme ligeramente con la luz sucia de la cocina. Me acerqué al mostrador antes de permitirle a mi mente comenzar el viaje. Una vez allí y en cuestión de segundos, mi cerebro volaba alto, recorriendo cualquier rincón desconocido de mundo que nunca conocería. "¿Buenas noches, que pizza desea tomar?"

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